miércoles, 26 de junio de 2013

Bye bye tercero. Hasta siempre primero, segundo y tercero.

Ha llegado el fin de curso y, a lo tonto a lo tonto, ya habéis acabado tercero. El día de la última tutoría - que al final pasamos en la pista tostándonos el cogote bajo un sol abrasador - me hicisteis un regalo muy, muy especial. Hemos pasado 3 años juntos (no todos, eso es cierto, algunos se han quedad por el camino y otros os habéis ido incorporando) y posiblemente el año que viene las cosas cambiarán porque en cuarto cada uno iréis eligiendo vuestro camino y el grupo, como tal ya no existirá. Y vuestro obsequio fueron unas palabras que leísteis todos a través de la voz de Natalia desde la grada de cemento, palabras que quedaron flotando en el calor del mediodía y me llegaron como un abrazo más cálido aún, convirtiéndose en el mejor regalo que podría haber recibido.


Mientras la leíais, pasaron por mi cabeza fogonazos de estos tres años con vosotros: cuando llegasteis al instituto, tan críos y algo asustados, expectantes ante lo que os ibais a encontrar; el aula prefabricada que por momentos se convertía en un bosque de brazos alzados; los continuos "tchsss, tchsss, tchsss" por mi parte; el "pues muy mal"; aquel "lo peor del curso fue cuando se me pegó el chicle en el pelo; lo mejor, Lorena"; las vueltas que le dabais a las mochilas por la clase para esconderlas cuando salíais a educación física o a música; las elecciones a delegado (bueno, a delegada); el mueble del fondo que parecía una leonera con vuestros trabajos de artesanía; las excursiones, cada vez más ambiciosas; vuestros dibujos en la pared; los días de lluvia y los de aire acondicionado; los días tediosos y los días de risa floja; vosotros, allí, siempre curiosos - cada uno a su manera -, hablando, riendo, resoplando, quejándoos, trabajando, bromeando, vagueando... creciendo.

Leíais vuestra carta, una carta tan emocionante, y mi cabeza, mientras tanto, andaba desenmarañando todo un torrente de imágenes acumuladas curso tras curso. Pensé "algo así merece unas lágrimas, relajar de alguna forma la emoción contenida", pero soy bastante torpe cuando se trata de gestionar emociones, y al final ni lágrima ni nada... Sin embargo, quiero responder a vuestra carta con otra, que no es sino una forma de daros las gracias a vosotros por estos tres años y reconocer que el verdaderamente afortunado he sido yo.



¡¡Feliz verano!!

jueves, 6 de junio de 2013

Vine

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